El Mein Kampf en 20 segundos

El protagonista del anuncio es un niño que en un principio pudiera parecer que padece una grave deficiencia visual, si no cognoscitiva. Pero nada más lejos: la realidad es que, al ser blanco, carece de un mínimo conocimiento y respeto hacia la pluralidad étnica y la diversidad racial de la que afortunadamente disfrutamos ahora en este país, y en su inocente (pero no por ello menos lesivo) imaginario, cree de alguna manera que todas las personas del mundo han de ser iguales y homogéneas, ideas que probablemente le hayan inculcado en la institución escolar privada, podemos suponer que católica y reaccionaria, a la que asiste junto con su amiga Nerea. Ésta, por su parte, y como corresponde a una persona de color negro, es perfectamente consciente de las circunstancias cromáticas y las particularidades culturales de su pueblo, condiciones ambas de las que casi con total seguridad habrá hecho gala pública y orgullosamente, agitando con esta loable actitud las conciencias de sus amiguitos, descendientes de una estirpe de plutócratas y opresores. El niño, confundido ante la noticia, comienza a asociar ideas y conceptos y concluye que su amiga Nerea es negra no porque ella se lo haya manifestado vehementemente, sino porque no tiene un Mercedes, que como todo el mundo sabe es un coche fuertemente vinculado al nacionalsocialismo y al oprobio capitalista. Entonces, y aquí llega el clímax ideológico del anuncio, el muchacho pregunta a su padre (un padre perfectamente leucodermo, hay que notar), si sabía que Nerea era negra, a lo que él responde que sí de modo tajante y convencido, mostrando su sorpresa ante las preguntas de su hijo. De esta manera, el padre demuestra una actitud abyectamente racista y fascistoide, pues insinúa no sólo ante su hijo, sino también ante el público del anuncio, la obscena y sacrílega hipótesis de que las personas de color negro son diferentes, distintas, diferenciables y no equiparables a las de color blanco, e incluso que no debieran ser consideradas como personas, y por tanto no merecen poseer un Mercedes.

Humor sobre disminuidos, racismo, xenofobia, absolutismo cultural y apología del capitalismo: es una vergüenza que este anuncio se mantenga en antena y que pueda accederse a él a través de internet, de donde aún ninguna autoridad lo ha borrado. Exijo desde aquí a los responsables comerciales del grupo Daimler-Chrysler una total retractación de la propaganda genocida vertida en este comercial, o bien una reformulación del mismo en la que sugiero que el niño blanco sea hijo biológico de unas personas negras (algo que la ciencia médica -blanca- podría hacer posible si no estuviese controlada por supremacistas arios) y su padre un fornido nubio, con lo que todo el contenido ofensivo de la pieza se disiparía automáticamente. Adheríos en los comentarios.