Previously on Spain

Parece mentira, pero ya estamos en plena sexta temporada, y por lo que dicen, última y definitiva, de esa historia de milagros, serendipias nada casuales, amores imposibles, redención y destino, flashbacks y viajes en el tiempo, inmortales y elegidos que comenzó hace seis años con una terrible tragedia, ahora sospechamos que provocada, o al menos inducida, por sus propios protagonistas, y que puso sobre el tablero las piezas necesarias para reavivar los rescoldos de una guerra antigua y casi olvidada, en la que los «buenos» y los «malos», apenas distinguibles en cuanto a la opacidad de sus intenciones, recuperaron ese ciclo atávico e inevitable de enfrentamiento entre los habitantes del terruño, separándoles en dos, tres o quién sabe cuántas facciones más, con sus respectivas insurgencias e indocilidades, acaudilladas por unos líderes dominados, bien por el complejo y la inseguridad, bien por el maquiavelismo y la indeterminación, o bien por una iluminación, una mística y una aparente invulnerabilidad que más tarde descubriríamos que ocultaba al mismísimo Mal.

Una lucha en la que la verdad se derrumba o se transmuta por momentos, en la que nada es lo que parece, aunque todo obedezca a una lógica y a un plan meticulosamente urdido, y cuya resolución mantiene en vilo a millones y millones de personas (boquiabiertas y expectantes ante el siguiente acto de un espectáculo que equilibra prodigiosamente drama, comedia y ciencia ficción) quienes, pese a augurar un final en absoluto feliz, esperan encontrar respuesta, de entre todas las preguntas que se han lanzado durante este tiempo (¿qué oscuros intereses empresariales mueven los hilos? ¿qué importancia tienen los cultos egipcios en el devenir de los acontecimientos? ¿era esa la mejor forma de gestionar el material nuclear? ¿quién yace a la sombra de la estatua?), una fundamental, que lleva castigándonos eones y lo seguirá haciendo hasta el fin de los tiempos: ¿cuál es la auténtica naturaleza de España?

Y hoy también vuelve ‘Perdidos’.